SIBO: tratamiento natural y convencional
Dec 16, 2025
El SIBO, o sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, es una de las causas más frecuentes —y a menudo subestimadas— de síntomas digestivos crónicos como hinchazón, gases, diarrea, estreñimiento, dolor abdominal y mala absorción de nutrientes. Muchas personas pasan años con diagnósticos como “colon irritable” sin saber que detrás puede existir un SIBO no tratado.
Abordar el SIBO requiere una mirada integral, ya que no se trata solo de “matar bacterias”, sino de restablecer el equilibrio digestivo y corregir la causa de fondo. Hoy veremos tanto el tratamiento convencional como el tratamiento natural y cómo pueden complementarse.
¿Qué es exactamente el SIBO?
El SIBO es una condición en la que bacterias que normalmente viven en el colon migran o proliferan en exceso en el intestino delgado, lo que provoca una alteración en el equilibrio bacteriano de este segmento del sistema digestivo. En condiciones normales, el intestino delgado debe contener una cantidad relativamente baja de bacterias, ya que su función principal es la digestión y absorción de nutrientes, no la fermentación de los alimentos. Las bacterias que viven en el colon, en cambio, tienen una función diferente: ayudan a fermentar y descomponer ciertos alimentos, principalmente carbohidratos, para que el cuerpo pueda extraer nutrientes de ellos.
En el caso del SIBO, estas bacterias, al proliferar en el intestino delgado, comienzan a fermentar los carbohidratos antes de que lleguen al colon. Este proceso de fermentación prematura genera una serie de gases, como el hidrógeno, el metano o el sulfuro de hidrógeno, dependiendo de las cepas bacterianas involucradas. Estos gases son responsables de los síntomas característicos del SIBO, como hinchazón abdominal, dolor, flatulencias, diarrea, estreñimiento y, en algunos casos, malabsorción de nutrientes, lo que puede llevar a deficiencias vitamínicas y minerales.
Una de las principales razones por las que el SIBO se vuelve problemático es que la fermentación de estos gases no solo interfiere con la absorción de nutrientes, sino que también irrita el revestimiento intestinal, lo que puede contribuir a una inflamación crónica y, en algunos casos, a un aumento de la permeabilidad intestinal (lo que comúnmente se conoce como "intestino permeable"). Esto facilita la entrada de toxinas y patógenos al torrente sanguíneo, afectando no solo el sistema digestivo, sino también otros sistemas del cuerpo.
El SIBO no es una condición homogénea; se clasifica en varios tipos según los tipos de gases que produce y el perfil bacteriano predominante:
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SIBO productor de hidrógeno: Este es el tipo más común de SIBO y generalmente se asocia con síntomas de diarrea. Las bacterias responsables de este tipo de SIBO producen principalmente hidrógeno durante su proceso de fermentación. El exceso de hidrógeno en el intestino delgado provoca la distensión abdominal, la sensación de plenitud y la diarrea debido a la irritación del intestino y la aceleración del tránsito intestinal.
- SIBO productor de metano: Este tipo de SIBO está asociado con la producción de metano por bacterias como Methanobrevibacter smithii y otras del mismo género. El metano, a diferencia del hidrógeno, afecta la motilidad intestinal, lo que puede resultar en estreñimiento crónico. En este tipo de SIBO, las bacterias favorecen la fermentación de ciertos carbohidratos en un proceso más lento, lo que puede dar lugar a una dificultad para evacuar y una sensación de pesadez abdominal.
- SIBO productor de sulfuro de hidrógeno: Este tipo de SIBO es menos frecuente y a menudo más difícil de diagnosticar. Las bacterias que producen sulfuro de hidrógeno tienden a ser más inflamatorias y están asociadas con síntomas más graves, como dolores abdominales intensos y una mayor distensión. El sulfuro de hidrógeno puede tener un olor característico a huevo podrido y afecta la motilidad intestinal, al igual que el metano, pero con mayor énfasis en la inflamación y daño a la mucosa intestinal. Este tipo de SIBO puede estar relacionado con otros trastornos como la colitis ulcerosa o el síndrome del intestino irritable (SII) con predominio de síntomas inflamatorios.
Cada tipo de SIBO requiere un enfoque de tratamiento diferente, ya que las bacterias responsables de cada forma tienen características y efectos distintos sobre el intestino. El diagnóstico adecuado es necesario para determinar el tipo de sobrecrecimiento bacteriano presente y, en consecuencia, elegir el tratamiento más eficaz.
Tratamiento convencional del SIBO
El tratamiento convencional del SIBO se enfoca principalmente en reducir la carga bacteriana excesiva en el intestino delgado, utilizando antibióticos diseñados para actuar directamente sobre las bacterias responsables del sobrecrecimiento. Este enfoque busca aliviar los síntomas digestivos de manera relativamente rápida, especialmente en personas con sintomatología intensa o de larga evolución.
El antibiótico más utilizado en el manejo del SIBO es la rifaximina, un fármaco que tiene la particularidad de actuar casi exclusivamente a nivel intestinal, con una absorción sistémica mínima. Esto significa que su efecto se concentra principalmente en el tracto digestivo, lo que reduce el riesgo de efectos secundarios generales en comparación con otros antibióticos. En casos de SIBO productor de hidrógeno, la rifaximina suele ser suficiente, mientras que en situaciones más complejas, como el SIBO productor de metano, se combina con otros antibióticos específicos para lograr una mayor eficacia.
Uno de los principales beneficios del tratamiento convencional es que puede reducir los síntomas de forma relativamente rápida, lo que resulta especialmente valioso para personas que sufren hinchazón intensa, dolor abdominal, diarrea persistente o estreñimiento severo. En casos avanzados o muy sintomáticos, este abordaje puede ser necesario para disminuir la carga bacteriana y permitir que el intestino tenga la oportunidad de recuperarse. Además, al actuar de manera localizada, la rifaximina suele ser mejor tolerada que otros antibióticos de amplio espectro.
Sin embargo, el tratamiento convencional también presenta limitaciones importantes que deben tenerse en cuenta. Una de las principales es la alta tasa de recaídas. Muchas personas experimentan una mejoría clara durante o inmediatamente después del tratamiento antibiótico, pero los síntomas regresan semanas o meses más tarde. Esto ocurre porque los antibióticos no corrigen las causas del SIBO, como una motilidad intestinal lenta, una digestión deficiente, alteraciones en el complejo motor migratorio o problemas estructurales del intestino.
Además, el tratamiento convencional no restaura la motilidad intestinal, que es uno de los factores clave para evitar que las bacterias se acumulen nuevamente en el intestino delgado. Tampoco contribuye directamente a la reparación de la mucosa intestinal, que a menudo se encuentra inflamada o dañada en personas con SIBO. En algunos casos, el uso repetido de antibióticos puede incluso alterar aún más la microbiota intestinal, debilitando la diversidad bacteriana y favoreciendo nuevos desequilibrios a largo plazo.
Por estas razones, aunque el tratamiento convencional puede ser una herramienta útil —y a veces necesaria—, especialmente en casos severos, rara vez resulta suficiente por sí solo.
Tratamiento natural del SIBO
El tratamiento natural del SIBO se basa en un enfoque más amplio y profundo que no busca únicamente reducir el sobrecrecimiento bacteriano, sino también restaurar el equilibrio del sistema digestivo, sanar el intestino y prevenir recaídas a largo plazo. Este tipo de abordaje resulta especialmente útil como tratamiento principal en casos leves a moderados, y también como complemento fundamental del tratamiento convencional, ya que trabaja sobre las causas subyacentes del problema y no solo sobre los síntomas.
Uno de los pilares del tratamiento natural es la fitoterapia antimicrobiana. Existen plantas medicinales con una potente acción antibacteriana que, cuando se utilizan de forma protocolizada y bajo supervisión profesional, pueden ser tan eficaces como los antibióticos en determinados casos. Plantas como el orégano, la berberina, el neem, el ajo en forma de allicina y el extracto de semilla de pomelo actúan reduciendo la carga bacteriana en el intestino delgado, pero de una manera más moduladora. A diferencia de muchos antibióticos, estas sustancias suelen ser mejor toleradas y pueden integrarse dentro de un plan más amplio que tenga en cuenta la digestión, la inflamación y la salud de la mucosa intestinal.
La alimentación terapéutica es otro componente clave del enfoque natural. Si bien la dieta por sí sola no “cura” el SIBO, cumple un papel esencial al reducir la fermentación, aliviar los síntomas y disminuir la inflamación intestinal. Estrategias como una dieta baja en FODMAPs de forma temporal, la reducción de azúcares y harinas refinadas, y la elección de alimentos simples y bien tolerados ayudan a minimizar la producción de gases y el malestar digestivo. Además, evitar el picoteo constante entre comidas permite respetar el funcionamiento del complejo motor migratorio, un mecanismo natural de limpieza del intestino delgado. El objetivo de este tipo de alimentación no es eliminar grupos de alimentos de manera permanente, sino darle al intestino un descanso mientras se trata el sobrecrecimiento y se trabaja en la recuperación digestiva.
Muchas personas con SIBO presentan una producción insuficiente de ácido gástrico, déficit de enzimas digestivas y una mala absorción de grasas y vitaminas, lo que favorece aún más la fermentación bacteriana. Apoyar la digestión mediante el uso de enzimas digestivas, amargos digestivos y soporte para la bilis y el hígado puede marcar una diferencia significativa en la recuperación. Una digestión más eficiente reduce el alimento disponible para las bacterias y mejora la absorción de nutrientes esenciales.
El SIBO suele ir acompañado de permeabilidad intestinal, lo que perpetúa la inflamación y la sensibilidad digestiva. Sin sanar la mucosa, los síntomas tienden a persistir incluso después de reducir el sobrecrecimiento bacteriano. Para ello, se utilizan nutrientes específicos como la L-glutamina, el zinc, el aloe vera, el colágeno y una dieta antiinflamatoria individualizada, que ayudan a regenerar el revestimiento intestinal y a fortalecer la barrera intestinal.
¿Y los probióticos?
El uso de probióticos en el SIBO es uno de los temas más debatidos dentro de la salud digestiva. Aunque los probióticos suelen asociarse automáticamente con una mejor salud intestinal, en el contexto de un SIBO activo no siempre resultan adecuados, y en algunos casos incluso pueden empeorar los síntomas. Esto se debe a que, cuando ya existe un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, introducir más bacterias —aunque sean beneficiosas— puede aumentar la fermentación, la producción de gases y la distensión abdominal, especialmente si se utilizan cepas inadecuadas o dosis elevadas.
Por esta razón, en muchos protocolos los probióticos no se introducen en la fase inicial del tratamiento. En lugar de ello, se reservan para etapas más avanzadas del proceso, cuando la carga bacteriana ya ha sido reducida y el intestino se encuentra más estable. Cuando se utilizan, suele hacerse de forma muy gradual, comenzando con dosis bajas y seleccionando cepas específicas según la tolerancia y el tipo de SIBO. Este enfoque personalizado es clave, ya que no todas las personas reaccionan igual y lo que puede ser beneficioso para una, puede resultar contraproducente para otra. En algunos casos, incluso se prioriza primero la reparación de la mucosa intestinal y la mejora de la motilidad antes de considerar la introducción de probióticos.
Tratamiento convencional vs. natural: ¿cuál es mejor?
En cuanto al debate entre tratamiento convencional versus tratamiento natural, no se trata de elegir uno u otro como si fueran enfoques opuestos. El SIBO es una condición compleja y multifactorial, por lo que el tratamiento más efectivo suele ser aquel que se individualiza y se adapta a la situación específica de cada persona. En muchos casos, la estrategia más eficaz es un enfoque integrativo, que combine lo mejor de ambos mundos.
Este enfoque integrativo puede incluir la reducción del sobrecrecimiento bacteriano —ya sea mediante antibióticos o fitoterapia—, junto con medidas destinadas a mejorar la digestión y la motilidad intestinal, reparar la mucosa intestinal y crear las condiciones necesarias para prevenir recaídas a largo plazo. De esta manera, no solo se busca aliviar los síntomas, sino también corregir los desequilibrios que permitieron que el SIBO se desarrollara.
El SIBO no debe entenderse únicamente como una infección que hay que eliminar, sino como una señal de alerta de que algo en el sistema digestivo no está funcionando correctamente. Abordarlo de forma integral implica escuchar esa señal y trabajar sobre las causas profundas, en lugar de limitarse a soluciones rápidas que solo ofrecen un alivio temporal.
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