Síntomas del SIBO - un cuadro que cambia
Dec 30, 2025
El SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado) no presenta un único patrón de síntomas claro y uniforme. De hecho, una de las mayores dificultades para su diagnóstico es que sus manifestaciones pueden variar enormemente de una persona a otra y cambiar con el tiempo. Muchas personas conviven durante años con molestias digestivas persistentes sin recibir una explicación clara, ya que los síntomas del SIBO suelen confundirse con otros trastornos digestivos funcionales. Sin embargo, cuando se observa el cuadro en conjunto, es posible identificar señales que apuntan a un problema más profundo en el intestino delgado.
El origen de los síntomas del SIBO está en la fermentación prematura de los alimentos. Las bacterias que han colonizado el intestino delgado fermentan los carbohidratos antes de que estos lleguen al colon, generando gases y subproductos metabólicos que alteran la digestión, irritan la mucosa intestinal y afectan la absorción de nutrientes. Esta combinación de fermentación, inflamación y malabsorción explica por qué los síntomas no se limitan únicamente al sistema digestivo, sino que pueden manifestarse en todo el cuerpo.
Hinchazón abdominal: el síntoma más característico
La hinchazón abdominal es, sin duda, uno de los síntomas más comunes y representativos del SIBO. A diferencia de una hinchazón ocasional, en el SIBO suele aparecer poco tiempo después de comer, incluso tras comidas pequeñas o aparentemente ligeras. Muchas personas describen que se levantan con el abdomen relativamente plano por la mañana, pero a lo largo del día la distensión aumenta progresivamente hasta volverse muy evidente y molesta.
Esta hinchazón no es solo una cuestión estética; suele ir acompañada de una sensación intensa de presión interna, tensión abdominal y, en algunos casos, dolor. La distensión puede ser tan marcada que algunas personas refieren dificultad para respirar profundamente o para tolerar ropa ajustada. Este síntoma suele empeorar con alimentos ricos en carbohidratos fermentables, aunque con el tiempo incluso alimentos simples pueden desencadenarlo.
Gases, flatulencias y eructos excesivos
La producción excesiva de gases es una consecuencia directa del sobrecrecimiento bacteriano. En el SIBO, los gases se producen en un lugar donde no deberían, lo que provoca una acumulación incómoda y, a menudo, dolorosa. Las flatulencias frecuentes, los eructos repetidos y la sensación constante de gas atrapado son quejas muy habituales.
Dependiendo del tipo de SIBO, los gases pueden comportarse de manera distinta. El hidrógeno tiende a generar distensión rápida y diarrea, mientras que el metano ralentiza el tránsito intestinal y favorece el estreñimiento. El sulfuro de hidrógeno, por su parte, suele ser más irritante para la mucosa intestinal y se asocia a síntomas más intensos y malestar general.
Alteraciones del tránsito intestinal
Uno de los aspectos más frustrantes del SIBO es la alteración del ritmo intestinal. Algunas personas experimentan diarrea crónica, deposiciones blandas o acuosas, urgencia intestinal e incluso episodios de diarrea explosiva. Otras, en cambio, sufren estreñimiento persistente, con evacuaciones poco frecuentes, duras o incompletas, acompañadas de sensación de bloqueo o lentitud digestiva.
En muchos casos, ambos extremos pueden alternarse, lo que genera aún más confusión. Esta irregularidad refleja un desequilibrio profundo en la motilidad intestinal, influenciado por los gases producidos por las bacterias y por la inflamación del intestino delgado.
Dolor abdominal y molestias digestivas constantes
El dolor abdominal en el SIBO puede variar en intensidad y localización. Algunas personas lo describen como calambres, otras como ardor, pinchazos o dolor sordo y persistente. Suele intensificarse después de las comidas y puede aliviarse parcialmente al evacuar o eliminar gases.
Además del dolor, son frecuentes síntomas como náuseas, sensación de llenura precoz, digestiones pesadas y reflujo. Muchas personas sienten que su sistema digestivo “no funciona bien” y que cualquier comida representa un desafío.
Intolerancias alimentarias y sensibilidad digestiva
Con el tiempo, el SIBO suele generar una creciente sensibilidad a los alimentos. Alimentos que antes se toleraban sin problemas comienzan a provocar síntomas claros. Esto puede llevar a una lista cada vez más larga de alimentos “prohibidos”, generando miedo a comer y una relación tensa con la alimentación.
Esta hipersensibilidad está relacionada con la inflamación de la mucosa intestinal y, en muchos casos, con el desarrollo de permeabilidad intestinal, lo que amplifica las reacciones digestivas e inmunológicas.
Malabsorción y síntomas por déficits nutricionales
Cuando el SIBO persiste, las bacterias consumen nutrientes esenciales antes de que el cuerpo pueda absorberlos. Esto puede provocar deficiencias nutricionales, especialmente de vitamina B12, hierro, calcio, magnesio y vitaminas liposolubles. Como consecuencia, aparecen síntomas como fatiga crónica, debilidad, mareos, caída del cabello, uñas frágiles, piel apagada y dificultad para concentrarse.
En algunos casos, puede presentarse pérdida de peso involuntaria, mientras que en otros ocurre lo contrario: aumento de peso inexplicable debido a la inflamación y al metabolismo alterado.

Síntomas neurológicos y emocionales
El impacto del SIBO no se limita al intestino. Muchas personas experimentan niebla mental, dificultad para concentrarse, problemas de memoria y sensación de confusión mental. Estos síntomas están relacionados con el eje intestino-cerebro y con los subproductos tóxicos de la fermentación bacteriana.
También son comunes los cambios en el estado de ánimo, la ansiedad, la irritabilidad y, en algunos casos, síntomas depresivos. Vivir con síntomas digestivos constantes puede generar un alto nivel de estrés emocional, que a su vez empeora la función digestiva, creando un círculo vicioso.
Manifestaciones fuera del intestino
Aunque el SIBO se origina en el intestino delgado, sus efectos no se limitan al sistema digestivo. De hecho, muchas personas no asocian ciertos síntomas con el intestino, cuando en realidad son una consecuencia directa de un desequilibrio intestinal persistente. Esto ocurre porque el intestino no solo cumple funciones digestivas, sino que está estrechamente conectado con el sistema inmunológico, hormonal, neurológico y metabólico.
Uno de los sistemas más afectados es la piel. Brotes de acné, rosácea, eccema, urticaria o una piel constantemente reactiva pueden ser manifestaciones externas de una inflamación intestinal interna. Cuando existe SIBO y permeabilidad intestinal, sustancias que deberían permanecer dentro del intestino pueden atravesar la barrera intestinal y activar respuestas inmunológicas que se expresan a nivel cutáneo. Por eso, muchas afecciones de la piel no mejoran únicamente con tratamientos tópicos si no se aborda la raíz digestiva del problema.
Las articulaciones también pueden verse afectadas. Dolores articulares difusos, rigidez matutina o sensación de inflamación generalizada pueden estar relacionados con una respuesta inflamatoria sistémica originada en el intestino. En estos casos, no se trata de un problema articular primario, sino de una inflamación de bajo grado mantenida en el tiempo, impulsada por un intestino alterado.
Además, muchas personas con SIBO refieren una sensación constante de cansancio generalizado, inflamación corporal, retención de líquidos o malestar difuso que no logran explicar con análisis convencionales. Estos síntomas suelen ser el reflejo de un cuerpo que está lidiando de forma continua con inflamación y toxinas derivadas de una digestión alterada.
Escuchar los síntomas es el primer paso hacia la recuperación
Los síntomas del SIBO son amplios, complejos y, en muchos casos, invisibles para quienes no los viven en primera persona. No se trata únicamente de gases, hinchazón o digestiones pesadas, sino de un desequilibrio profundo que puede afectar la digestión, la absorción de nutrientes, el sistema inmunológico, el estado emocional y el bienestar general.
Normalizar el malestar digestivo es uno de los mayores obstáculos para la recuperación. Vivir con hinchazón diaria, cansancio constante, dolor abdominal o intolerancias alimentarias no debería considerarse “normal”, aunque sea frecuente. Reconocer estos síntomas, entender su posible origen y dejar de minimizarlos es un acto clave de autocuidado.
El SIBO no aparece de la nada; es una señal de que algo en el sistema digestivo necesita atención. Escuchar al cuerpo, buscar una mirada integral y abordar el problema desde la raíz permite no solo aliviar los síntomas, sino también recuperar calidad de vida, energía y bienestar a largo plazo. El camino hacia un intestino sano es posible cuando se comprende el mensaje que el cuerpo está intentando transmitir.
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